Queridos Amigos, Celebrada la cuarta Gala anual de la Fundación Wayuu Taya quiero dar las gracias a todos aquellos que de una manera u otra han contribuido con el éxito de esta edición. Pasé este fin de semana pensando cómo transmitir a todos y cada uno de ustedes mis sentimientos, mi estado de ánimo, mi gratitud. Pensé en hacer una carta a cada persona, sin importar la cuantía de sus donaciones o la categoría de su nombre, pero es humanamente imposible; por esa razón he decido escribir una carta para todos ustedes con mis impresiones, con la sonrisa de satisfacción que tengo en mi labios porque mis amigos han decidido apoyarme una vez más, para que el pueblo Wayúu, la gente de mis orígenes indígenas, sigan teniendo con nuestra fundación, una luz de esperanza, un medio de lucha contra la pobreza.
Una Gala de recaudación de fondos no es una fiesta con un cheque en blanco para gastos, muy por el contrario es la suma del esfuerzo de decenas de personas anónimas, que en su mayoría de forma voluntaria, donan su talento y su tiempo, para atender las necesidades de esta celebración. Hasta el presente la Fundación Wayuu Taya ha podido hacer realidad su Proyecto Techo, que acoge a 175 niños de la etnia wayúu en un centro educativo, de nutrición diaria y salud asistencial. Junto a ellos, sus madres tienen ahora un lugar para trabajar y tejer. Plena de satisfacción les puedo asegurar, que con el dinero recaudado el pasado jueves en el Grand Soho Hotel de Manhattan podremos continuar brindando este servicio comunitario y además, ampliar este plan a nuevos ingresos de niños y madres en nuestro proyecto de ayuda. Este es nuestro gran motivo de celebración.
Estoy alegre porque el Penthouse del hotel se llenó, literalmente, de amigos con deseos de ayudar. A todos aquellos a quienes pude estrechar la mano, a quién pude decir ¡Hello!, a quienes pudieron compartir con otros amigos y tomar una copa: Muchas gracias. A los colegas que se acercaron y que con su imagen contribuyeron a movilizar los medios de comunicación, que se detuvieron un instante en la alfombra roja, que fueron pacientes antes los flashes de las cámaras, muchas gracias. Como me dijo un amigo: Era una tarde escrita para un guión del mejor Nueva York, para un libro capáz de resumir las más placenteras acciones de esta gran ciudad: todos entregaban parte de su dinero a una causa humanitaria ubicada en la desconocida península de La Guajira, en Venezuela.
Disfrutamos juntos de la idílica imagen del río Hudson visto desde Manhattan, pero nuestra reunión, nuestra unión viajaba con energía positiva hasta el pueblo Wayúu.Espero que todos lo hayan pasado bien y sepan disculpar aquellos detalles que pudieron pasar por alto. Pero qué voy a decir, si todos dedicaron palabras de elogio a la celebración de esta gala. Después del cóctel, los amigos que participaron de la cena robaron todas mis palabras de agradecimiento. No sabía qué decir con cada nueva aportación de fondos, con el detalle de pagar importantes sumas por fotos u objetos que son sólo un medio para ayudar a hacer felices a decenas de niños wayúu. Con todos, con los anónimos y con las celebridades, quedo endeudada emocionalmente. Esta es una deuda de gratitud que asumí en el año 2002 al crear la Fundación Wayúu Taya, ustedes son la fuerza para seguir adelante y merecen de todo corazón: mi agradecimiento. No me olvido de aquellos que enviaron su contribución y disculparon su ausencia por motivos personales o laborales, ellos también estuvieron presentes. Reservo para mi familia un gran abrazo. Deseo que todos sepan que no sólo me refiero a mis padres, hermanos, sobrinos y primos que siempre me han ayudado.
La familia Wayúu Taya es la gente más próxima, aquella que está en Marcaibo, Caracas, Los Ángeles y Nueva York trabajando cada día, incluidos los fines de semana de manera voluntaria para que los fondos de ayuda a la comunidad se transformen en proyectos concretos. Aquellos que hacen que los bolsos Susu lleguen al mercado internacional y sean admirados como muestra del arte creativo del pueblo wayúu, aquellos que atienden la correspondencia de las personas que nos escriben o que diseñan nuestra página Web. A ustedes que dan tanto y piden tan poco, un beso en cada mejilla.
No me cansaré de dar las gracias a todos y a todas. La sonrisa de un Tepichi Talachi (niño feliz) bien vale la pena y de ese sana alegría nos sentimos y sentiremos orgullosos todos los días.
Un beso, Patricia Velásquez.
New York, Mayo 14, 2007.
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